ORIGEN.
A lo largo de tres décadas se ha generado evidencia suficiente a partir de proyectos de investigación y trabajo directo con escuelas y grupos para asegurar la relevancia de trabajar con un grupo genérico de habilidades psicosociales, o Habilidades para la Vida, en la promoción de la salud y el desarrollo de Niñas, Niños y Adolescentes (NNA), así como en la prevención de problemas psicosociales como el abuso de sustancias psicoactivas, el tabaquismo, los embarazos no deseados en las adolescentes, la violencia y las enfermedades de transmisión sexual, entre otros.
Dentro de este enfoque, Habilidades para la Vida se relaciona estrechamente con el concepto de competencia psicosocial, es decir, “la habilidad de una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria”. La División de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), diseñó y difundió los materiales informativos y educativos creados para apoyar y promover la educación en Habilidades para la Vida en las comunidades escolares. La iniciativa surgió del reconocimiento respecto a que NNA no estaban suficientemente equipados para enfrentar los desafíos del entorno al que se enfrentaban, motivado por los cambios culturales y en los estilos de vida.
UNICEF presenta el concepto de habilidades transferibles que se relacionan con las destrezas necesarias para poder adaptarse a los diferentes contextos de la vida y que, potencialmente, los individuos pueden transferir a distintos ámbitos laborales o sociales. Dependiendo del contexto, también suelen llamarse habilidades para la vida, habilidades blandas, habilidades socioemocionales o para el siglo XXI.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) plantea tres categorías para trabajar el tema de habilidades para la vida con adolescentes y jóvenes:
Las sociales
Las Cognitivas
El Manejo de Emociones